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Leído: «El cementerio de Praga», de Umberto Eco

Old Jewish Cemetery, Prague, Czech Republic

«Los grandes intereses son siempre causa de grandes falsificaciones». Julio Caro Baroja afirmaba esto en la introducción de Las falsificaciones de la historia (en relación con la de España), un repaso a los textos falsos, desde los plomos del Sacromonte granadino al falso Beroso. El sabio de Itzea añadía: “Es claro que en bastantes casos los intereses económicos y los piadosos se cruzan. La fe “sirve” a una catedral, a un monasterio, a una iglesia. También el patriotismo se puede poner en explotación. No quisiera, sin embargo, como lo repetiré al final, que de esta obra se sacara la impresión de que el hecho de falsificar se deba a puros intereses materiales y a malignidad individual. Si fuera sí, sería algo aburrido, sin interés. Su complejidad es lo que creo que lo hace curioso y a veces fascinante”. 

Umberto Eco parece haber leído a Caro Baroja para escribir El cementerio de Praga (Lumen, 609 páginas, 23,90 euros), ya que en su libro novela el camino que condujo a una de las falsificaciones más famosas del siglo XX: Los protocolos de los sabios de Sión. Este panfleto, creado por la policía secreta rusa a principios del siglo XX, ha circulado de forma abundante, a pesar de que ya en 1921 The Times demostró en tres artículos que era una falsificación y que estaba inspirado por el Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu (aquí hay una edición belga de 1864 en Google Books) de Maurice Joly, quien, a su vez, parecía inspirado por una obra prohibida de Eugene Sue y cuyos protagonistas no eran los judíos, sino los jesuitas. 

Su omnipresencia era tal que todavía en los años 80 un panfleto anticomunista que se podía comprar en Pamplona todavía dedicaba un artículo a intentar demostrar su veracidad.

El protagonista demediado del libro de Umberto Eco, en cualquier caso, sí responde al estereotipo de falsificador que se mueve por dinero, de manera esencial, y sólo ocasionalmente por defender sus convicciones. El capitán Simonini, que a veces trabaja por lo civil, otras por lo político y otras por lo esotérico es la pieza principal en una serie de documentos apócrifos que le llevan desde la unificación italiana a los manejos de la Ojrana, pasando por las maquinaciones y rectificación de Léo Taxil. El libro tiene un espíritu no disimulado de folletín, aunque las referencias al psicoanálisis le dan en ocasiones un aire de película de Hitchcock.

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En la fotografía de Emmanuel Dyan, el cementerio judío de Praga.

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