Leído: ‘La guerra que mató a Aquiles’, otra forma de disfrutar de ‘La Ilíada’

‘Aquiles arrastra el cadáver de Héctor ante las puertas de Troya’. Fragmento de un fresco del Achilleion, el palacio que la emperatriz Sisí se construyó en Corfú.
¿Se puede volver a contar la Ilíada? ¿Para qué? La guerra que mató a Aquiles (Acantilado) tiene respuestas: sí, se puede y volver a hacerlo tiene sentido si se consigue que la audiencia actual entienda qué quiere decir una epopeya que tomó forma hace unos 2.700 años. A pesar del subtítulo, siempre sospechoso, de La verdadera historia de la ‘Ilíada’, el libro de Caroline Alexander es un relato serio y ágil de la obra de Homero que puede prologar (y, para muchos lectores, sustituir) la lectura íntegra del poema, que la autora presenta como «un retrato sombrío del coste [de la guerra de Troya] , incluso para su héroe más grande y más glorificado».
El libro de Caroline Alexander podría haber sido, poco más o menos, una nueva edición de la obra, pero opta por un punto de vista distinto, que es el de volver a contar la historia, en varios niveles. Se asienta sobre tres líneas básicas: cómo recibían la Ilíada quienes la escuchaban en el momento de su composición, aflorar qué es lo que está detrás de las palabras de los personajes, incluidos los divinos, y por qué se comportan así , y en qué medida las experiencias de las que habla la epopeya son similares a las de nuestro tiempo.
Intentar reproducir cuál era la reacción de un grupo de personas que se reunía para oír un relato épicio de los labios de un aedo es, evidentemente, una tarea imposible. Sin embargo, Alexander recurre a lo que normalmente son informaciones más o menos aburridas de un aparato crítico para intentar reconstruir esa experiencia. En realidad, el esfuerzo que hace es el de intentar llenar los huecos que tenemos hoy cuando nos enfrentamos a la tarea de leer un clásico y carecemos de toda la información que era evidente para el auditorio del siglo VII antes de Cristo. La autora no renuncia a ofrecer explicaciones técnicas (etimología de palabras, origen de determinados mitos, referencias…), pero lo hace teniendo siempre en cuenta al lector.
Como tenía que saber cualquier audiencia familiarizada con la historia de la guerra de Troya, esta acusación (que Aquiles y los aqueos están allí únicamente por Agamenón y por su hermano) es totalmente cierta. Así, desde las primeras escenas de la Ilíada, Homero ha establecido sin ambigüedades que el desmoralizado ejército aqueo combate bajo una jefatura deficiente por una causa discutible y que quiere regresar a casa. Es, como mínimo, una forma notable de iniciar una gran epopeya bélica.
En segundo lugar, estudia, a través del propio texto, cuál es el verdadero carácter de los héroes y dioses que pueblan la epopeya. De Aquiles: «La vida es más valiosa que la gloria; ésta es la verdad antiheroica que pone al descubierto el guerrero más grande de la guerra de Troya». De Héctor: «Tal vez no guerrero por naturaleza, («he aprendido a ser valiente»), marido y padre, soporta la carga que ha caído injustamente sobre él y lucha, forzado por el honor y el deber, en una guerra que odia y por una causa que repudia».
Otra gran línea del volumen es la de no perder de vista en qué medida el texto de Homero sigue reflejando lo que sienten los combatientes, con referencias a Vietnam, Irak, Afganistán o la Primera Guerra Mundial.
Así pues, la Ilíada, bebiendo de su larga tradición, utilizó héroes y acontecimientos de la épica convencional para desafiar la visión heroica de la guerra. ¿Está justificado alguna vez el combatiente para desafiar a su comandante? ¿Debe sacrificar su vida por la causa de otro? ¿Cómo se puede permitir que se inicie una guerra catastrófica.., y por qué no se le puede poner fin si todas las partes lo desean? ¿Traiciona un hombre a su familia cuando da su vida por la patria? ¿Ven los dioses con buenos ojos la carnicería que la guerra causa? ¿Queda compensada la muerte de un guerrero por la gloria que alcance? Estas son las cuestiones que se plantean en la Ilíada. Éstas son también las que plantea la guerra actual.
Y tanto en la vida como en la épica nadie las ha contestado mejor que Homero.
Los títulos de los capítulos marcan de forma clara esa vocación de poner la Ilíada en relación con nuestro propio mundo. Las cosas que llevaban es una referencia a un libro de relatos de Tim O’Brien sobre la guerra de Vietnam (en España apareció en Anagrama como Las cosas que llevaban los hombres que lucharon); La tierra de mis padres es el himno galés; Confiamos en Dios es el lema de los Estados Unidos; Man down (traducido aquí como La muerte de Patroclo) es el grito de «¡hombre abatido!» con el que se llama a los compañeros para que lo rescaten…
Sólo en un caso la voz que se oye en el libro es directamente la de Homero: el canto XXII, la muerte de Héctor, aparece reproducido íntegro, en toda su terrible gloria.
Hace unos años me propuse, obligaciones que se impone uno, leer la Ilíada (en la traducción de Emilio Crespo Güemes para Gredos). Es un libro largo, de unas 550 páginas ,que me resultó más aburrido que la Odisea, sobre la que caigo de tanto en tanto. La historia de la cólera de Aquiles es un relato, «lleno de ruido y furia», en el que las muertes en batalla son contadas con un detalle casi gore, lleno de detalles que parecen o superfluos o incomprensibles (a pesar de las notas), y con una serie de repeticiones (lo que se llaman fórmulas) a la hora de caracterizar a los personajes que forman parte, simultáneamente, del encanto del poema y de su pesadez. Supongo que volver a leerla después de La guerra que mató a Aquiles será una experiencia diferente.