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‘El Ministerio del Tiempo’, con agradecimiento a sus responsables

Nacho Fresnedo, Aura Garrido y Rodolfo Sancho, la patrulla del Ministerio del Tiempo.

Nacho Fresnedo, Aura Garrido y Rodolfo Sancho, la patrulla del Ministerio del Tiempo.

«Todos los gobiernos tienen secretos. El nuestro tiene sólo uno, pero es muy antiguo». Ese secreto es El Ministerio del Tiempo, la serie que estrenó el martes Televisión Española y que es de lo mejor que se ha visto en ficción española en los últimos tiempos (Isabel, Cuéntame un cuento o Víctor Ros son otros ejemplos). (A partir de aquí se revelan algunos detalles no esenciales).

La premisa, a estas alturas, ya es conocida. Una serie de puertas que comunican con diferentes momentos de la historia se abren en la sede de un peculiar Ministerio español. Sus agentes están encargados de hacer que la historia sea la que fue, y tratar de impedir que otros viajeros en el tiempo puedan alterarla. Parece que tiene la misma independencia del resto del Gobierno que el Ministerio de la Magia de Harry Potter, pero al nuestro sí le afectan los recortes presupuestarios.

A guionistas y directores hay que agradecerles muchas cosas. La primera, que no sea una serie familiar, en el sentido de que no tenemos todas las cohortes de edad representadas en el reparto. Es más, por la propia definición de quiénes pueden ser agentes del Ministerio, gente sin ataduras, ese es un camino que parece bloqueado. La segunda, que, al mismo tiempo que se creen la historia, la hayan cuajado de humor, muy al estilo de Almacén Número 13.

Como todas las películas (o series) sobre viajes en el tiempo, la trama está condenada a tener anacronismos, incoherencias y paradojas, pero mientras queden ahogados por el ritmo, la acción o el humor, como sucedió en el primer episodio, serán perdonadas. Y si, cuando sean conscientes de ellas, los guionistas proporcionan soluciones, mejor que mejor. Ocurrió ayer con el uso de los teléfonos móviles.

«¿Hay cobertura en el siglo XIX?» pregunta Rodolfo Sancho. «Con esto sí», responde Cayetana Guillén Cuervo, al entregarle un aparato. Eso basta para que el espectador se dé por satisfecho. Porque una de las cosas que más me gustó de la serie es la falta de explicaciones. Una vez que se acepta que existen esas puertas del tiempo, cualquier otra explicación es superflua para la acción (a no ser, claro, que forme parte de ella). Con la cobertura de los móviles a través del tiempo ocurre lo mismo. Los guionistas podrían haberse inventado un condensador de fluzo para tecnificar la respuesta, pero no es necesario.

Del mismo modo, se deja en manos del espectador entender los chistes, o las referencias, que se hacen en el capítulo. Convertir a Cornejo en un proveedor del Ministerio para vestir a sus agentes en sus viajes por el tiempo es brillante, como lo es sugerir que las obras, que presumo constantes, que se hacen en el Hospital 12 de Octubre en realidad ocultan a los enfermos que vienen de otras épocas.

También hay que agradecer a los directores que no hayan cedido a la tentación de subrayar lo obvio. Bastan unos planos sesgados para saber que son Las Meninas; la información histórica, que en ocasiones es necesaria para entender la acción, se presenta de una manera natural.

Las actuaciones fueron notables. Rodolfo Sancho carga, simultáneamente, con la historia más dramática y con buena parte del humor del capítulo; Nacho Fresneda compone un soldado de los Tercios de Flandes que hace palidecer al Alatriste de Telecinco; Aura Garrido sostiene con convicción su personaje; Cayetana Guillén Cuervo parece que ha bebido de las fuentes de la cortante Kalinda de The Good Wife…

Así que ya tenemos cita para los martes por la tarde.  Para quienes se lo perdieron, el capítulo se puede ver en RTVE a la carta siguiendo este enlace.

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