Leído: ‘El hombre inquieto’, de Henning Mankell. Wallander se despide
Henning Mankell ha escrito con sus libros sobre el comisario Kurt Wallander una serie que va más allá de la novela policíaca o del género negro. Como él mismo dice en el preludio de La pirámide, una breve serie de cinco relatos sobre los inicios del policía de Ystad, se trata de una serie de “novelas sobre el desasosiego sueco”.
«¿Qué estaba sucediendo con el Estado de derecho sueco durante la década de los noventa? ¿Cómo sobreviviría la democracia si los fundamentos de dicho estado no se mantenían ya intactos? ¿No tendrá la democracia sueca un precio que pueda llegar a parecernos demasiado alto y deje de merecer la pena pagar?»
El hombre inquieto parece la retirada definitiva de Wallander, con la que ya amagó Mankell en su octava novela, Cortafuegos (en la que, por cierto, ya aparecían unos hackers que parecen anticiparse a algunos temas de la saga Millenium); un retiro del que le sacó el autor sueco para que colaborase con su hija Linda en Antes de que hiele.
La estructura de la novela es distinta de la mayoría de la serie Wallander. Habitualmente, Mankell presenta al asesino y sus motivaciones en paralelo con Wallander, su investigación y sus problemas personales. En este caso, y a excepción de un breve prólogo, sólo seguimos a Wallander en su búsqueda de la desaparición de un marino de guerra y su esposa. Y esta vez el desasosiego viene, desde el punto de vista político, de no saber quiénes son los amigos y los enemigos, y del personal del progresivo envejecimiento, personal y familiar, de Wallander. Mankell cierra algunas historias (y heridas) abiertas en la vida de su protagonista, y encamina al comisario hacia un final gris y triste.