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Leída: ‘Historia mínima del siglo XX’, historia de un siglo provisional

Historia mínima del siglo XXEl historiador inglés Eric Hobsbawm popularizó el término «el corto siglo XX» para señalar que, desde el punto de vista histórico, el siglo XX comenzó con los disparos de Sarajevo, en 1914, y terminó cuando se desmoronaba el muro de Berlín, en 1989 (aunque el proceso se puede retrasar hasta 1991, con la disolución de la Unión Soviética). En su Historia mínima del siglo XX (que forma parte de esa interesante colección de historias mínimas que está publicando Turner), John Lukacs no solamente respalda esta teoría, sino que la amplía al preguntarse:

¿Fue el siglo XX más corto aún de lo que me parece a mí (y presumo que les parece a otros)? ¿Y si no hubiera terminado en 1989, sino en 1945?

En cierto modo, Lukacs responde a esta pregunta por la vía de los hechos: el período que termina con la Segunda Guerra Mundial (y la inmediata posguerra) ocupa 194 de la 267 páginas del volumen.

El historiador estadounidense (nacido en Budapest en 1924) centra de forma deliberada la mayor parte de su relato en torno a Occidente (especialmente Europa y Estados Unidos):

«¿Por qué entonces [acaba de referirse al estancamiento de la población en Europa y al crecimiento en el resto del mundo] este énfasis mío tan desequilibrado, este centrarme en Europa durante el siglo XX? Por una simple razón: las dos guerras mundiales y la guerra fría tuvieron que ver en su mayor parte con Europa. Se combatieron en ella ante todo, y en ella se decidieron. La última vez en la historia, probablemente, en que una gran guerra se haya decidido en Europa. Durante el siglo XX se mantuvo todavía la importancia de primer orden de Europa, aunque ya había empezado a decaer. El siglo XX fue un siglo provisional: el final de una era, y muy probablemente el comienzo de otra».

Lukacs no escribe una historia ordinaria y, aunque los acontecimientos más relevantes están ahí, da la impresión de que piensa que el lector ya los conoce, y lo que le parecen interesantes son las consecuencias. En cualquier caso, lo importante para el lector son sus apreciaciones, que arrojan una luz nueva sobre hechos ya conocidos. Algunas de ellas son muy interesantes, como la de que la última década verdaderamente moderna fue la de 1920, o su rechazo a los populismos y los nacionalismos.

«Cuando el nacionalismo sustituyó a las versiones antiguas del patriotismo (todo patriota tiene algo de nacionalista, pero pocos nacionalistas son verdaderos patriotas), se buscó enemigos entre los conciudadanos. (…) La soberanía popular —deudora a menudo, por desgracia, del sentimiento nacionalista— es hoy el fundamento de la mayoría de los gobiernos».

De Lukacs había leído con anterioridad otros dos líbros, en la colección Noema de Turner. Uno, el que abre la colección, fue Cinco días en Londres, en el que narra (lo hace de forma muy resumida en la Historia mínima) ese momento, a finales de mayo de 1940, en el que una parte del Gobierno inglés estuvo dispuesto a negociar (más bien capitular) ante Hitler. La determinación de Churchill de no ceder fue la que impidió que el Reino Unido se convirtiera en un estado esclavo de los nazis.

El segundo, cuya tesis también aparece en la Historia mínima, es Junio de 1941. Hitler y Stalin. En el análisis que realiza de la decisión que tomó el canciller nazi de invadir la URSS, Lukacs afirma que se trataba de una medida que tenía como objetivo conducir a la rendición del Reino Unido.

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